Juan Carlos Liendro comienza su carrera solista
|Nota: ||Foto: |
Hace 20 años Cosquín le consagro el talento. A partir de allí, creció aún más. Pero antes, su naturaleza ya hablaba. A los siete comenzó, después de la secundaria llego a San Juan. Provincia con el mejor nivel académico en el estudio Flauta Traversa. Ese instrumento, luego de sus dos hijas, se convirtió en el amor de su vida.
“Las expectativas siempre son las mismas, grandes”. Con la mesura y alegría de rostro norteño, como tal salteño que es, se manifiesta Juan Carlos frente a la nueva etapa musical que inicia. La de solista, presentada en El Quetzal, un bar temático en Buenos Aires, durante esta tercer semana de diciembre.
“Será un trabajo paralelo al que tengo con Bruno Arias, que con su llegada a Buenos Aires me permitió otro crecimiento. Recién arranco y debo pasar varios filtros para madurar. El objetivo esta trazado, resta ver cómo se va dando todo en el camino”.
Su brillo suena, solo u acompañado. Aunque no es la primera vez que sube al escenario. En San Juan lo hizo, y en varios puntos geográficos. Paseo unos años por Ecuador, donde la lejanía lo incentivo con más conocimientos. Entre sus maestros, a lo largo de la vida, estuvieron Renato Ligutti (San Juan), Felix Rengli (Suiza), Sheryl Cohen (EEUU), Toninho Carrasqueira (Brasil), Raul Becerra (Argentina) y Patrick Gallois. Esos estudios le posibilitaron tocar con el Chango Spasiuk (Misiones), Cuti y Roberto Carabajal (Santiago del Estero), Claudia Piran (San Juan), Mono Villafañe (Tucumán), Lucho Hoyos (Túcuman), La Bruja Salguero (La Rioja) , y hace casi cinco años con Bruno Arias.
De padres músicos, papá profesor de violoncello además de tocar el saxo, Juan Carlos no solo tiene la técnica justa para transportar el viento en caricias sonoras. En él hay algo más. Ese carisma, impronta y contacto con el público lo realizan en un integró artista del escenario. Tocar, bailar, saltar y arengar es la manera de corporizar la alegría que le representa la música. Sin dudas, el punto subrayable en el curriculum.
Aun en búsqueda de su nombre, aquel que lo identifique en cualquier cartelera musical (ya que su apellido esta registra por otro músico), con Kokopelli, dios de la flauta, colgado en una cadenita en su cuello, el salteño empieza un nuevo desafío, claro, integró y con talento de sobra.