|Nota: Manuel Moline ||Foto: |

Entrevista “La jaula abierta” Show de cinco cantantes: Lidia Borda, Rita Cortese, Teresa Parodi, Carolina Peleritti y Dolores Solá.

Están apoyadas en un piano de cola, esperando que comience la sesión de fotos. Una comienza a tararear Río de camalotes. “Que no se detenga, tu marcha lenta rumbo p’al mar/Es tan semejante a nuestro delirio, a la soledad”, canturrea el precioso chamamé de Mario Corradini. Otra se prende y al rato las cinco están cantando. Se olvidan un poco de la cámara, que ya está lista.

Las del coro improvisado son Lidia Borda, Rita Cortese, Teresa Parodi, Carolina Peleritti y Dolores Solá, que están por comenzar una nueva temporada de La jaula abierta , un espectáculo musical que busca retomar la idea de café concert, de peña, de juntada entre amigos… En fin: de tomar a la música como un espacio lúdico y permisivo. En una noche del show, pueden escucharse obras de folclore, tango, fado, vals o bolero.

El show arrancó en el Café Rivas de San Telmo y luego tuvo hubo un breve paso por el Ecunhi. Ahora, da un salto a la sala del SHA, con capacidad para 800 personas. Aunque en el teatro de Once no habrá mesas ni mozos sirviendo algo para tomar, ellas piensan que el espíritu del show será el mismo. Y que el gran desafío será ampliar el juego.

Desde que comenzó, en 2010, “ La jaula abierta” siempre tuvo un carácter cambiante. ¿Cómo serán ahora los recitales, que se mudan de un bar a un teatro? Parodi: Es cierto que el teatro impone otras reglas de juego y otro vínculo con la gente. Pero, pese a eso, queremos que los encuentros sigan siendo festivos y celebratorios de la música. Y la cosa se da, sin libretos, sin nada más que las ganas de juntarnos.

Cortese: El gran desafío es agrandar el juego en un escenario emblemático, en el que pasaron cosas muy hermosas en teatro y música.

Solá: Fijate que cuando hicimos La jaula… en el Ecunhi, no había mesitas ni gente tomando algo, pero se mantuvo esa intimidad que queremos darle al espectáculo.

Quizá, en un teatro, el espectáculo gana en prolijidad, ¿no? Cortese: La prolijidad -alarga la última sílaba, con tono afectado-. Yo creo en el arte imperfecto. Los sufís, cuando meditan, lo hacen en una alfombra a la que le doblan la punta para que eso esté en evolución, porque si es perfecto significa que está muerto.

En alguna entrevista, decían que acá abordan un repertorio que no hacen en sus carreras solistas. ¿Qué encuentran, como intérpretes, en este espacio? Peleritti: Quizá esa posibilidad de adaptarse al repertorio del otro, de cambiar de una semana a la otra las canciones. En mi caso, canto folclore y fui incorporando cosas que iban apareciendo. Es muy enriquecedor.

Borda: Me gustan mucho –y debo decir que me dan un poco de envidia- esas artistas que cantan como si todo fuese un juego, que pueden jugar con la interpretación y con la voz. Compartir con ellas me ayuda a romper ciertas estructuras interpretativas y ciertas reglas.

Solá: En mis shows solistas, todo está muy ensayado y hacemos los temas que mejor nos salen. El repertorio es todo tuyo. Acá, muchos temas son riesgos. Y no nos ponemos paranoicas ni sufrimos con esa imperfección; al contrario, creemos que es hermosa.

¿Pensaron en registrar los conciertos en un disco o creen que el show está muy atado al vivo? Solá: Alguna vez lo mencioné, pero nunca lo charlamos.

Peleretti: Creo que sería bueno registrarlo en vivo y en DVD.

Cortese: Yo no lo sé. El artista es efímero. Este show es una apertura y eso hace que el arte parezca fácil. Alguna vez, vi a Joao Gilberto en el Gran Rex. Solito con su guitarra, comenzó a cantar O pato y calmó a las fieras. Es cierto que el arte abuena a las personas. Lo revolucionario del arte no radica en lo ideológico, sino en lo sagrado.

Borda: ¿Y si hacemos O pato ? La cantante se entusiasma, con la jaula abierta. Y el ensayo, a punto de comenzar.-